domingo, 12 de diciembre de 2010

Retos y Prospectivas en la Abogacía

Retos y Prospectivas en la Abogacía a Mediano Plazo.
Aunque la mayor parte de mi corta vida supe que quería estudiar la carrera de Derecho con la finalidad de ayudar a los que lo necesitaran, o lo solicitaran; por  ver muchas injusticias cometidas a personas cercanas; por conocer lo duro de la vida cuando uno se encuentra con desventajas económicas, sociales; por tener la posibilidad de tratar de ser un factor de cambio, por adquirir conocimientos de distintas materias, en relación con esto me viene a la mente mi paremiario dónde un día un maestro me dijo: “El Licenciado en Derecho que sólo lee de derecho, es tan ignorante que ni de Derecho sabe” y hoy sé que es muy cierto, para ser un buen abogado debes tener conocimiento en distintos aspectos y no sólo de las leyes, mínimo hay que leer por curiosidad o cultura pero debemos estar preparándonos constantemente y saber de todo aunque sea un poco.
Pero regresando al tema del porqué estudiar Derecho, hay más razones que se sintetizan en aspectos económicos, políticos y a veces también de prestigio. Sin embargo hubo un momento en que me pregunté si en verdad quería estudiar esta carrera debido a que en el bachillerato me metí en opciones técnicas y llevé materias relacionadas con sistemas computacionales y cibernética en las que me percaté que desarrollé un gran interés y además –sin el afán de presumir- era muy eficiente, aunado a esta duda estaba la idea de algunos familiares de que querían que estudiara medicina y a esta opción tampoco la dejaba totalmente de lado ya que también va encaminada a conservar y proteger algo tan importante como es la vida; como verán entré en un gran dilema y había que elegir entre carreras que -a veces- son tan diferentes y no sólo se trataba de seleccionar una carrera, sino de elegir lo que iba a ser y hacer el resto de mi vida; recordé una frase de Paulo Coelho: “No tenía miedo a las dificultades: lo que me asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.”
Uno no puede tener todo en la vida, podemos tener momentos en que no sabemos a dónde dirigirnos, debemos interrogarnos sobre aquello que se ha dado por seguro, pero al final tenemos que elegir y tuve que poner en práctica tres principios que me habían inculcado: Aprender a aprender, Aprender a hacer y Aprender a ser; entonces puse en la balanza mis conocimientos sobre cada materia, las habilidades desarrolladas y los distintos valores que había captado hasta el momento por lo que me sentí más apta para estudiar Derecho.
Ahora que tengo la capacidad y posibilidad de estudiar la carrera, me enfrento a maestros de todo tipo: desde aquellos que son los denominados profesores barcos; pasando por aquellos que son algo flexibles, permisivos, que enseñan bien, o a veces sólo lo básico; hasta llegar a los profesores exigentes –la mayoría de las veces son los mejores- que pocos deciden cursar con ellos porque su finalidad es que hagamos algo que pocos hacen: pensar y es que estamos acostumbrados a decir lo que pensamos, pero no pensamos lo que decimos. Hay personas muy conformistas que sólo les importa pasar la materia, cubrir un requisito, pero que no le dan valor al significado de ocupar un lugar en una universidad, a tener profesores que se ocupan por preparar una buena clase, que no analizan nada de lo que escuchan, no son críticos, ni propositivos, nunca tienen preguntas porque no entienden, ni investigan.
Sabemos que para poder aprender se necesita de un esfuerzo recíproco del profesor y del alumno, como se mencionó en el párrafo anterior, a veces el alumno es el responsable de no captar los conocimientos que el profesor pretende  transmitirnos, pero ¿Qué pasa cuando el 50% del profesor no es el más adecuado?, un profesor puede ser un experto en su área pero si no tiene los medios, la capacidad o el don para poder transmitir todos sus conocimientos el alumno perderá el interés por la materia.
Normalmente la enseñanza sigue siendo algo tradicionalista, por ejemplo Fix-Fierro en un capítulo al que tituló ¿Muchos Abogados pero poca Profesión? nos dice que la calidad de la educación jurídica se ha estancado transmitiendo en los esencial los modelos teóricos del Derecho que datan del siglo XIX y que los libros jurídicos “clásicos” de los años cincuenta y sesenta aun son ampliamente utilizados por estudiantes y profesores.
Además, la forma de enseñar de algunos profesores es llegar y empezar a hablar como si estuvieran en una conferencia, se olvida de tratar hacer la clase dinámica, o se pasa la clase dictando. En este sistema tradicional es en donde el docente única y exclusivamente domina los contenidos y los alumnos nos limitamos a ser receptores, lo que propicia que no haya un razonamiento sino –en el mejor de los casos- usamos la memoria y el aprendizaje se torna mecánico; cabe mencionar que hay maestros que se esfuerzan y usan medios para no caer en esta deficiencia como diapositivas, debates, películas, casos reales.
El verdadero aprendizaje no termina en la adquisición de la información, sino en la capacidad y posibilidad de poderla emplear a los casos concretos.
Además del problema de la enseñanza existe el de las llamadas pasantías que lejos de ayudar a adquirir práctica tienen aspectos muy negativos, si hay un aprendizaje en los despachos éste es largo, costoso, lento y azaroso porque frecuentemente lo único que se hace es que los alumnos pierdan tiempo valioso en actividades elementales que no dejan ninguna enseñanza real o los pasantes solo sirven de “yvm”, es decir; son a los que los jefes les dicen: y veme a traer un refresco, y veme a traer la comida, y veme a recoger a mis hijos, etc.; actividades que obviamente no nos sirven de nada para la abogacía, ni mucho menos para desarrollar habilidades relacionadas con la carrera que decidimos estudiar.
Una vez que se logra terminar la carrera y obtienes tu título de Licenciado(a) en Derecho, sientes que valieron la pena tus desveladas, sacrificios, tu cansancio, tus horas frente a la computadora haciendo tarea, el negarte a ir a fiestas; pero en realidad el hecho de terminar la carrera sólo es el principio de un largo camino. Un profesor continuamente nos decía: “Serán Licenciados en Derecho pero aún les falta mucho para ser abogados”. Cuando se comienza el camino para llegar a ser abogado podemos ver que la carrera nos permite dedicarnos a varias cosas como la carrera judicial, procurar o patrocinar a tu cliente, a la investigación, a ser académico y otras funciones auxiliares; pero para llegar a cumplir con la que deseemos nos tenemos que enfrentar a más obstáculos que nos imponen como la falta de experiencia, la edad o antigüedad, el no tener relaciones o palancas, el nepotismo; o llegan a influir problemáticas del país como la corrupción, el narcotráfico, el abuso del poder entre otras.
Saliendo de las aulas y teniendo la cédula profesional, el abogado aún no ha terminado sus estudios; esto se menciona claramente en el Decálogo del Abogado de Eduardo J. Couture: “Estudia: El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos Abogado”. Contamos con un gran número de disposiciones legales y reglamentarias creciendo con rapidez y que tenemos que analizar, también revistas jurídicas que editan las facultades de Derecho y los institutos de investigación jurídica, cursos de actualización sobre distintas especialidades jurídicas y muchas otras fuentes para mantenernos a la par de las grandes y constantes transformaciones de la sociedad.
Al recibir el título aún no estaremos preparados para tratar de solucionar litigios complejos y es que la abogacía no sólo es conocer el Derecho, no se trata de terminar la carrera con un historial impecable, ni de memorizar o comprender cuantos conceptos, leyes o autores te enseñen tus profesores, más bien se trata de vivir el Derecho. Muchas veces el cliente te platica su problema que puede ser relacionado con algunas tierras pero por más que te lo quiere explicar tú no comprendes; tomas pluma y papel intentas dibujarlo, imaginarlo;  pero sigues sin entender, no te queda claro el caso, por lo que tomas la correcta decisión de decirle: vamos a verlo. Debes de hacer todo lo que esté dentro de tus posibilidades por entender el caso que se te presenta, no puedes tomarlo a la ligera, tu cliente merece que le des la importancia que necesita. Antes que los Códigos: debemos vivir el Derecho.
Después de haber pasado el examen profesional, algunos querrán entrar a un despacho de abogados y de nuevo comenzarán los problemas, ya que al igual que las pasantías la mayoría de las veces, si te aceptan en el despacho para lo único que serviremos es para sacar copias o para ir por lo que sea que se le antoje a nuestro jefe; en el caso de que no nos acepten de seguro nos dirán que por falta de experiencia y es que en cualquier despacho mínimo piden tres o cinco años de experiencia, y ahí es cuando surge la pregunta que todos nos hacemos: ¿Cómo quieren que tenga experiencia si no me dan la oportunidad de empezar a trabajar y adquirirla?, pero bueno, dicen que la intención es la que cuenta igual y si seguimos intentando en una de esas se no abre una puerta, además puedes ir trabajando una virtud muy necesaria para el abogado: la paciencia.
El Congreso ha pertenecido tradicionalmente al dominio de los abogados, los conocimientos son útiles para manejar la legislación, pero para llegar ahí tienes que pertenecer a un partido político –de preferencia de los principales- y para poder afiliarte es sencillo, el problemas surge cuando quieres o sientes la necesidad de empezar a sobresalir y te ves limitado por intereses de las personas que tienen el poder y que si no les conviene no van a permitir que puedas ir subiendo los peldaños. Normalmente los diputados o senadores aunque poseen un título profesional en Derecho, en realidad desde el inicio están siguiendo una carrera política y se preocupan más por tener éxito en la negociación política que en los requisitos técnicos de las leyes y de aquí es donde comienzan a producirse los problemas de tantas disposiciones legales que muchas veces lejos de beneficiarnos solo nos perjudican tanto en la abogacía como en la sociedad en general.
Si quieres ser jurista académico las universidades emplean sólo a unos cuantos profesores e investigadores de tiempo completo, los cuales tienen que hacer un examen de oposición. En cuanto a las investigaciones absorben mucho tiempo y a veces no se realiza bien ni la investigación ni las clases. Los salarios suelen ser pocos atractivos especialmente para los jóvenes que apenas empiezan la carrera académica.
Si ustedes se dedican al ejercicio libre de su profesión de abogado, como litigantes, será imposible tener la máxima de las libertades, siempre estará el cliente, preguntando y exigiéndoles cuentas. Otro punto difícil será encontrar y mantener a los clientes ya que –si no eres hijo de alguien influyente- tendrás que empezar desde abajo, aún no tienes prestigio, si te conocen sólo es en tu familia y un pequeño círculo que te rodea, pero por algo se empieza, tienes que idear la forma de darte a conocer para que vayas progresando, creciendo y obviamente no esperarás ganar lo mismo que ganarías en un bufete de abogados que ya cuenta con un gran prestigio (pero al menos tendrás menos jefes, solo tú y tu cliente).
Las materias que en realidad debemos cursar para ser buenos abogados y realizar de la mejor manera la abogacía no se enseñan en ninguna escuela de leyes, te las enseña la dura pero magnífica escuela de la vida.
Les hablo del esfuerzo: Hay que explotar nuestras aptitudes. Esto era algo que no entendía en la primaria porque me molestaba mucho que mis maestros me dijeran que no les bastaba con que diera el cien por ciento, y siempre me exigían más que a otros, cuando entregaba un trabajo igual que los demás se decepcionaban, se preocupaban, yo seguía sin entender y decía: ¡que injusto!, ¡¿Por qué no le exigen igual a los demás?!, pero ahora entiendo y les estoy infinitamente agradecida, ellos nunca buscaron mi mal ni molestarme, ellos sólo querían que fuera mejor cada día porque sabían que tenía –y tengo- la capacidad y que podía hacer las cosas mejor, hoy veo con tristeza como muchos compañeros hacen las cosas sólo por hacerlas, por cumplir requisitos y no me quiero imaginar cómo terminarán el día de mañana, la mediocridad no nos deja nada positivo; muchas veces me dijeron: “Haz las cosas bien o mejor no las hagas” a lo mejor suena extremista, pero es muy cierto no podemos seguir perdiendo el tiempo, no debemos dejar las cosas a medias, debemos esforzarnos, debemos encaminar  nuestra energía para hacer cosas grandes, ahora entiendo, hoy les agradezco y estoy en deuda con ellos y con la sociedad en general que siempre nos pide más y más y por eso no hay que descansar, hay que dar lo mejor de nosotros.
Hay que profundizar, investigar, no quedarnos con lo que nos digan nuestros jefes o lo que aprendimos en las aulas. ¿Por qué hay gente que sí triunfa y llega hasta donde quiere? ¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros? Es sencillo, ellos todo el tiempo piensan en el éxito, ellos no saben que es la mediocridad, no se dan por vencidos, es el abogado que ama su profesión. Para él su día tiene más de veinticuatro horas, es quien, cuando uno le da algún tema para investigar, ha buscado hasta en los libros más escondidos de la biblioteca,  las revistas de derecho y en los precedentes más antiguos de la Suprema Corte. Son esos que llamas Nerds y que te ríes de ellos, pero como dicen algunos puntos de Las once reglas de oro de los estudiantes:
“Se amable con los nerds y no te burles tanto de ellos. Existen muchas posibilidades de que termines trabajando para uno de ellos”, “La televisión no es la vida real diaria. En la vida diaria, la gente de verdad tiene que dejar de ir al café o a bailar con amigos para irse a trabajar”, “En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores. Pero en la vida real no. En algunas escuelas… te dan las oportunidades que necesites... Esto no tiene ninguna semejanza con la vida real”.
Además de esforzarte, necesitas valor: Desde el primer momento en que recibes el título y dejas la escuela, para tratar de obtener trabajo en algún despacho, o en algún tribunal, y ves como pasan y pasan los meses y no se han logrado colocar en ningún lado, necesitarán mucho valor. Pero no debemos darnos por vencidos, hay que pensar que algún día los que están arriba estuvieron en nuestros zapatos. Hay derrotas que podemos convertir en victorias siempre y cuando aprendamos de ellas.
Es necesaria la capacidad de poder expresarnos, de ser coherentes: Todo abogado tiene una gran necesidad de poder expresarse con claridad, ya sea que esté redactando un contrato, platicando con su cliente, o formulando conceptos. Todo esto debe estar debidamente argumentado, motivado, fundado.
Siempre va a tener más peso un argumento bien hecho, que uno débil. Un maestro me dijo que hay dos artes que siempre debemos tener presentes: la ortoepía y la  ortología, es decir; el arte de pronunciar correctamente y el de hablar con propiedad.
Un memorándum bien escrito con buenos argumentos y con la ayuda de citas de jurisprudencias tendrá un efecto más persuasivo que una seca acumulación de hechos. Si quieren evitar que un juez se duerma cuando se vea acorralado con una montaña de documentos, deben aprender a poner algo bueno de ustedes, una parte de su personalidad de su originalidad en sus palabras para que se animen y el juez también, para que vea que le dieron la importancia debida a su cliente y él también así lo considere.
Cuando decidí estudiar ésta carrera una de las primeras preguntas que me hicieron fue: ¿En qué quieres especializarte?, ¿Qué materia te llama más la atención?, y sin dudar contestaba que me inclinaba por el Derecho Penal y para ser más exactos hacia criminología y criminalística.
Conforme avanzo en la licenciatura he advertido que aparte de que el campo de trabajo es muy reducido: ya sea que quiera dedicarme a lo académico –que en párrafos anteriores mencioné sus desventajas- o bien en agencias investigadoras pero habría que tomar en cuenta que la situación por la que está cruzando el país no es benéfica para las personas que concluyen sus estudios en criminología y criminalística, es peligroso si empiezas a “invadir” campos o áreas que lamentablemente han sido ocupadas por la violencia, la inseguridad, el crimen organizado, el abuso del poder, etc.
Hace unos días conversaba con un profesor sobre la violencia que sufre actualmente nuestro país; la cual grosso modo se traduce en un problema de seguridad pública cuyo origen se encuentra en factores históricos, demográficos, psicológicos, económicos, biológicos, sociales, entre otros; y me decía que pensar en especializarme en criminología y criminalística tomando esto en cuenta era algo peligroso y estoy consciente de ello por lo que aunque no he abandonado totalmente la idea de dedicarme a eso si lo pienso mucho ya que en un futuro en que haya formado una familia, no sólo yo seré la que corra peligro sino que también los expondré a ellos. Aún me falta un largo camino por recorrer y para decidirme en que quiero especializarme, sin embargo, el tiempo pasa muy rápido y sé que tendré que elegir hacia dónde dirigirme cuando llegue el momento, por ahora sólo sé que quiero profundizar en lo penal y tendré que esperar para analizar bien las cosas y para pedir opiniones.
Cuando termine la carrera y si aún no me decido lo que tengo pensado hacer es dedicarme a asesorar, patrocinar y representar a mis clientes en el área penal lo cual tampoco deja de ser peligroso, uno está expuesto a recibir groserías, malas actitudes y eso en el mejor de los casos porque también puede haber amenazas o el cumplimiento de las mismas. También nos enfrentamos a limitantes antes mencionadas como la de la falta de experiencia, las pasantías con todos sus aspectos negativos o los problemas que se suscitan si decido no trabajar en algún bufete.
Otro punto importante a considerar es el de la ética profesional: el Decálogo de Ángel Ossorio y Gallardo dice: “No pases por encima de un estado de tu conciencia” y el de San Alfonso María de Ligorio: “Jamás es lícito aceptar causas injustas porque es peligroso para la conciencia y la dignidad”, uno no puede ir por la vida escogiendo a quien defender, pero, ¿Qué pasará el día en que defiendas a alguien que sabías que era culpable? Y mejor aún: ¿Cómo quedará tu consciencia el día en que te enteres que esa persona a quien le salvaste su libertad ha vuelto a delinquir? ¿En realidad todos merecemos una segunda oportunidad? ¿Debes escoger defender solo a los que crees inocentes, y dónde queda la equidad? Estas preguntas las tiene que resolver cada uno y de seguro cada quien pensará diferente y sus razones tendrán.
He conocido profesores que –aunque es pesado y difícil- hacen dos cosas al mismo tiempo, por ejemplo se dedican a procurar o patrocinar a sus clientes y además dan clases en alguna universidad o bien dan clases y también le dedican tiempo a la política; esta idea también la planearía para mi futuro: me gustaría que aparte de atender a mis clientes tuviera el tiempo y la oportunidad para dedicarme a la política ya que me atrae el hecho de convivir y relacionarme con la población, aunque no hay que dejar de lado las dificultades por incompatibilidad de ideas, por los impedimentos de aquellas personas que sólo buscan el poder, de lo difícil que es recuperar la confianza de las personas, etc.
Hay una frase que dice: “El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes.” Quienes abordan la política desde un punto de vista subjetivo, sólo ven en ella la posibilidad de ejercer el poder; la ambición de poseer el mando lleva a muchos a desvirtuar la política.
Si utilizamos la voluntad como fuerza tendríamos un punto de apoyo y otro al cual dirigirnos, uno es el orden y el otro la justicia y aquí es donde encuadra nuestra profesión. Al estar diario en contacto con los hechos, la realidad y las leyes nos creamos la idea y la aptitud para inclinarnos hacia las luchas políticas.
En las pasadas elecciones tuve la oportunidad de participar activamente en un partido político y ahí fue donde descubrí lo interesante que es para mí el poder integrarme a la política. Aunque tiene sus puntos en contra no hay palabras para describir la euforia que se siente en cada paso del proceso, para explicar el momento en que de alguna forma puedes ayudar a una familia y cuando te regalan una sonrisa sincera y te dan las gracias; a pesar de la mala reputación que se han ganado los partidos no tiene precio el darte cuenta que ahí también tienes una gran oportunidad de ser factor de cambio, de que debes luchar por ayudar lo más que puedas a la sociedad que te brinda su apoyo y confianza; las largas y pesadas jornadas de trabajo valen la pena si sabes, puedes y te permiten hacer lo correcto.
Hace unos días me encontraba en horas de la madrugada estudiando para mis exámenes y tenía enfrente de mí muchos libros, papeles, la computadora y lo que no debe faltar un buen cafecito para tratar de resistir lo más que se pueda el cansancio; cuando vi el reloj me di cuenta que tenía que arreglar todo para ir a la universidad, era otro día más que no dormía, al llegar a la facultad lo único que podía ver eran caras cansadas, estresadas, ojeras en la mayoría de los rostros, para esas fechas la vanidad ya había sido superada, no nos veíamos igual de frescos que cuando empezamos el semestre y me pregunté: ¿Esto es un reflejo de lo que la abogacía está guardando para mí, esto es lo que me espera?. Sé que debo luchar y esforzarme por lo que quiero y si no es así es que a lo mejor no me lo merezco, debemos de dar siempre lo mejor de nosotros y más,  ya que afuera nos espera una realidad en donde una de las palabras que sobresale es competir.
El trabajo del abogado es vario y cambiante, debe haber una mezcla de actividad y meditación. Se puede ver al abogado como el hombre al que su cartera estará voluminosa, como al que tendrá un buen coche, una linda casa –a lo mejor un gran hogar- , aquel que carga un portafolios y expedientes, textos legales, a un viajero constante; otras veces puede ser visto como al que recibe a su cliente y atentamente lo escucha, aconseja, asesora; al que solicita ayuda a sus colegas o haciendo contraste al que: en la soledad de su bufete, de su casa, rodeado de papeles y libros apoya sus manos en la sien y fijos los ojos en los documentos o perdidos en algún lugar asemeja la imagen del pensador.
No hay abogado que no pase por alguna de esas facetas, sería como si le faltara algo; para la abogacía se necesita un poco de todo: amistades, relaciones, estudio, práctica y debe haber un equilibrio entre estos factores.
A veces es difícil poder vivir el Derecho; cuando profesores nos cuentan anécdotas que han vivido relacionados con los graves problemas del país como son la corrupción, el narcotráfico o los grandes cárteles; es verdaderamente decepcionante para los que estamos estudiando la carrera el sentir al Derecho cada vez tan lejano, inalcanzable; hay quien nos llegó a decir que podría ser más eficiente estudiar los códigos de los narcos, y nos preguntaron si en verdad queríamos seguir estudiando Derecho cuando a lo mejor ya ni podríamos hablar de vivir en un Estado de Derecho. ¿Cómo no salir de esas clases cabizbajos?
Nadie dijo que fuera fácil, la realidad es esa y hay que estar conscientes de ello; pero también hay que ponernos al servicio de la sociedad, no podemos darnos por vencidos tan fácilmente, debemos luchar, tenemos todo una vida para tratar de influir positivamente en los demás, no pretendamos cambiar todo en un día, seamos pacientes y no temamos a equivocarnos, temamos a no enmendar el error; hay que recordar que el único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada (y a lo mejor por no hacer nada es el que está cometiendo la peor equivocación, si no somos parte de la solución somos parte del problema).
Debemos ser muy cuidadosos con lo que somos y hacemos: al abogado se le exige más, nuestra misión no termina en los tribunales, o en el bufete, sino que trasciende a la conducta y muchas veces a nuestra vida personal; la abogacía se va a impregnar de lo que cada abogado es como persona. El abogado debe ser responsable, ejemplo de equilibrio, moderación, honestidad. Por más que se quiera negar o intentar hacer una separación, la vida privada del abogado no es indiferente a la sociedad y es que de tus actitudes va a depender en gran parte el grado de confianza que puedas inspirar.
Ser abogado no es algo sencillo, vas más allá de un extenso programa que debe cursarse en la universidad; Ciurati decía: “Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las del carácter, haced que todo lo haya visto, todo lo haya aprendido y retenido; que haya trabajado durante treinta años de su vida, que sea un literato, un crítico, un moralista; que tenga la experiencia de un viejo y la infalible memoria de un niño y tal vez con esto formaréis un abogado completo.”
El Derecho puede ser una profesión sobresaturada plagada de obstáculos, limitantes; pero hasta arriba hay lugares esperando por ti que sí te esfuerzas; por ti que no eres conformista; que no eres mediocre; que luchas segundo a segundo por querer superarte; por ti que eres respetuoso, tolerante, consciente de tus defectos pero que también explotas tus virtudes, por ti que estudias el derecho sin pensar únicamente en los beneficios económicos que pudieras llegar a obtener.
Lograremos cumplir nuestras metas en la medida que no nos demos por vencidos, de que nos esforcemos, de que venzamos nuestro propios miedos, de que seamos idealistas pero a la vez realistas, de que no despeguemos lo pies del suelo, de que soñemos pero estando despiertos, seamos solidarios, no nos pongamos el pie unos a otros, mejor extendamos nuestras manos; el heptálogo acróstico del abogado (Dr. José Ma. Martínez Val) en el sexto punto nos dice: “Da a tus compañeros la estimación que merecen, luchan al igual que tú por el derecho y la justicia”. A lo mejor sonará muy optimista, poco realista, pero si empezamos a mentalizarnos para triunfar pase lo que pase, igual y lo lograremos.
Hoy sé que no me equivoqué al elegir la carrera, estoy consciente de las problemáticas que puede implicar inclinarme hacia un lado de la abogacía u hacia otro, sin embargo también sé que soy apta, tengo la capacidad y algún día todos los sacrificios valdrán la pena.
Lo que a unos diferencia de otros no es su grado de especialidad, sino el de madurez y perfección de su formación jurídica y sobretodo humana. No soy partidaria de generalizar, sé y tengo el placer de conocer a muchas personas que se dedican a la abogacía y que son personas rectas, personas que conservan sus valores y buscan transmitirlos; vivir un proceso junto a un buen abogado es sentir y comprender las virtudes del hombre como: lealtad, estudio, serenidad, prudencia, entereza, pasión. Muchas veces desde fuera no se pueden ver todas esas virtudes o son opacadas por aquellos que no le dan la debida importancia a su profesión.
Cuántas veces hemos escuchado chistes o frases en relación con los abogados como: “El abogado es un caballero que salva vuestros bienes de vuestros enemigos y se los queda para él.”, “Si quieres conocer qué clase de abogado tienes lleva un gato a su estudio si corre, ese abogado es un perro, y si entra, ese abogado es una rata.”, “El abogado es un ladrón con título.” No faltará la persona a la que estas frases le roben una sonrisa, sin embargo, esto no es para darnos risa, es para preocuparnos y ocuparnos.
La abogacía es algo tan noble, es algo único y que triste y decepcionante que se vea manchada u opacada por “abogados” que dan paso a ese tipo de comentarios. En nuestras manos está el poder cambiar la concepción que tienen de la abogacía: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.”, si no piensas en tu porvenir, nunca lo tendrás.
Transcribiré el último punto del Decálogo del abogado (Eduardo J. Couture) y en verdad deseo que este nos quede grabado en letras de oro: “Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.”
La abogacía es un vasto, inagotable proceso de formación. Por ser humanista ocurre que no es perfecta pero siempre será perfectible. Llegarán a peinar sus canas; verán como pasaron los años, se darán cuenta de que su piel ya no es tan tersa; sin embargo, seguirá el camino a la perfección.
Ives Granda da Silva en el último punto de su Decálogo menciona: “Tu pasión por la abogacía debe ser tanta que nunca admitas dejar de abogar. Y si lo hicieres temporalmente, mantente en la aspiración al retorno de la profesión. Sólo así podrás decir a la hora de tu muerte: Cumplí mi tarea en la vida. Perseveré en mi vocación. Fui abogado”
Tener el honor de ejercer la abogacía es inefable y siempre hay que tener presente que el destino pinta la historia de aquellos que no tienen la suficiente fuerza para levantar el pincel, y tú ¿Tienes la fuerza suficiente?